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Transparencia y participación: eje 3 de #comun_ESS

Transparencia y participación – Enreda, Sevilla.

Algunas palabras viven, más o menos efímeramente, momentos dulces: sinergia, proactivo, buenismo, referéndum, género, sostenibilidad… “Transparencia”, y algo menos “Participación”, han conquistado en los últimos tiempos la cresta del trend político-social a riesgo de vaciarse de contenido, servir de muleta a cualquier demagogia y acabar muriendo en esos cementerios de buenas prácticas que son los programas electorales. Comparar los aportes del software libre y su código abierto, la filosofía del open data y del conocimiento abierto, con las prácticas diarias de nuestro cotidiano pueden dejar en mal lugar ya no sólo a sociatas y populares, sino incluso a organizaciones en las que militamos con banderas de horizontalidad y democracia radical. Si alguien busca ejemplos de buenas prácticas con los que medirse, ahí está la web del Gobierno británico, los estándares de Best for the world, las cuentas a la vista de eldiario.es o, barriendo para casa, las auditorías anuales de REAS.

participarLa transparencia regulada por ley lleva camino de convertirse en un formalismo más, puesto que la publicación de inagotables archivos en formatos cerrados no implica ninguna transparencia efectiva. Para que se la pueda llamar así, debe llevar aparejado algún tipo de esfuerzo por hacer manejable, comprensible y reutilizable la información que “transparece”: formato accesible, periodicidad corta, suscripción posible, publicación clara, licenciamiento libre, utilidad mensurable, escucha activa. No más informes de miles de páginas en .pdf, a pelo y sin un vasito de vino e instrucciones para digerirlo y orientarse en los laberintos de datos e informaciones.

En cuanto a Participación, el concepto lleva su propio camino (¿he dicho calvario?) desde lo marginal de los primeros movimientos sociales hasta la irrupción perroflaútica y tecnológica de nuevos agentes en el horizonte. En todo caso, y antes de que lo hegemónico saquee y le dé vuelta a este calcetín, insistamos en que cualquier proceso participativo debería basarse en la información amplia y veraz ofrecida a quien interviene, en una deliberación ajena a estrategias de dominación, creativa y responsable, y en una toma de decisiones más allá de lo consultivo, efectiva, vinculante e incisiva. Pocas son las reglas de oro mientras estos procesos son procesos de aprendizaje en sí mismos, transformadores, plurales y, por su propia riqueza y capacidad mutante, inestables en esencia.